LA IMPORTANCIA Y NATURALEZA DE LA COMUNICACIÓN
Eugene L. Hartley y Ruth
E. Hartley
Hartley, E. y
Hartley, R. La importancia y naturaleza de la comunicación. En Introducción
al Estudio de la Comunicación. Comp. Ed. Serie Iberoamericana. México. 1986. pp.
21-38.
La importancia de la comunicación en el
estudio de los procesos sociales sería difícil subrayarla demasiado. Debido a
que la comunicación es el medio por el cual una persona influye sobre otra y
es a su vez influida en ella, se convierten en el portador real del proceso
social. Hace posible la interacción. A través de ella los hombres se
convierten y se conservan como seres sociales. Sin ella, no podrían unirse,
emprender obras en cooperativa, ni impulsar su dominio físico. Como los
inventos y los descubrimientos casi siempre dependen de la acumulación de
información y de un desarrollo gradual de los conceptos transmitidos de una
generación a la siguiente, sin comunicación sólo habrían podido lograrse
los inventos más elementales y los procesos de pensamiento más rudimentarios.
Cuando comparamos lo que hemos aprendido de
la experiencia directa, con lo adquirido por medio de la comunicación de los
demás (palabras impresas, conversaciones, y toda la gama de la comunicación)
el alcance de nuestra propia experiencia parece asombrosamente limitado. La
comunicación hace posible para un individuo sacar provecho de lo que se ha
llamado "experiencia de los sistemas nerviosos de otros" y aprender
de esta manera lo que su propio sistema nervioso puede haber pasado por alto.
Gracias a que el hombre tiene la habilidad de comunicarse, las sociedades
humanas pueden ser consideradas como intrincados sistemas nerviosos
cooperativos.
La propia sociedad puede definirse como
"una vasta red de acuerdos mutuos". Pueden ser contratos escritos, o
pueden ser entendimientos verbales, no escritos, acerca de lo que uno debe o no
debe hacer -por ejemplo, la conducta adecuada en situaciones específicas; lo
que es considerado como un crimen, y lo que no lo es. La efectividad de estos
acuerdos depende de la habilidad de los hombres para comunicarse entre ellos.
Por medio del uso de palabras, la comunicación hace posible una forma de
conducta que puede predecirse relativamente; sabemos qué esperar de otros y
ellos saben qué esperar de nosotros.
LA
COMUNICACIÓN Y EL INDIVIDUO
Imagine el lector, si eso le es posible,
cómo se sentiría si repentinamente quedara aislado de toda comunicación con
sus semejantes, pasados o presentes. La suya sería una vida completamente
solitaria, puesto que es sólo a través de la comunicación que puede
establecer y mantener contacto con otros individuos. Ningún mensaje, de
ninguna especie le llegaría. No tendría ningún sentimiento de "pertenencia",
de que forma parte de un grupo. No podría tener la emoción de la vida en la
comunidad, ni podría, en ninguna situación, obtener ayuda. Sin poder servir
ni ser servido, es muy probable que en poco tiempo no pudiera ni siquiera
continuar existiendo.
Se interrumpe la comunicación: el caso de
Helen Keller
Sólo una persona que ha experimentado una
situación similar a ésta podría describir su poderoso impacto. Helen Keller,
que quedó privada de la vista y el oído en su más tierna infancia, describe
en su autobiografía una existencia en la cual los canales de comunicación
están bloqueados. Sin embargo, debe recordarse que aunque ella no podía ni
ver ni oír, podía sentir y oler, y mediante estos sentidos podía lograr
cierto grado de contacto con las personas que la rodeaban. Cuando solamente
dos de los principales canales de expresión y
recepción de impresiones se interrumpieron, sin embargo, surgió́ un sentimiento
de frustración casi intolerable. Describe sus reacciones durante su primera
infancia, antes de que aprendiera a comunicarse mediante el uso del alfabeto
manual.
No tardé en sentir la necesidad de algún
tipo de comunicación con los demás y empecé́ a hacer señales rudimentarias. Un
movimiento de la cabeza hacia un lado y otro significaba "no" y un
movimiento de arriba hacia abajo "sí". Si tiraba de una persona
significaba "ven"; si la empujaba, "vete". ¿Quería pan?
Imitaba el acto de cortar las rebanadas y ponerles mantequilla. Si quería que
mi madre hiciera helado para la cena, hacia señales de dar vuelta a la heladera
y me estremecía, indicando frío. (10, pág. 9).
Mientras tanto, aumentó el deseo de poder
expresarme. Las pocas señales que hacía se convirtieron en menos y menos
adecuadas, y mis fracasos para hacerme comprender invariablemente terminaban en
explosiones de pasión. Sentía como si manos invisibles me estuvieran
conteniendo, y hacia esfuerzos frenéticos por liberarme. Luchaba... no porque
la lucha ayudara a resolver el problema sino porque el espíritu de resistencia
era muy intenso dentro de mí. Generalmente terminaba abatida en lágrimas y
físicamente exhaustada. Si mi madre se encontraba cerca de mí, me deslizaba
hacia sus brazos, sintiéndome demasiado miserable hasta recordar la causa de
la tempestad. Después de algún tiempo. La necesidad de un medio de
comunicación se hizo tan urgente en mí que estas explosiones ocurrían todos
los días, algunas veces hora tras hora. (10, pág. 17).
Lo antes expuesto revela la fuerza que tienen
las necesidades personales que impulsan a un individuo a comunicarse con los
demás. Cuando se le priva de la posibilidad de tener acceso a un medio
existente de comunicación, trata de crear uno propio.
En general, tomamos como una cosa natural y
concedida tanto nuestra habilidad para comunicarnos, como las formas de
comunicación. Adquirimos hábitos de comunicarnos, a tan temprana edad, tan
gradual y fácilmente que no nos damos cuenta del aprendizaje y no recordamos
la época en que podíamos hacernos comprender. Es sólo a través de
experiencias como la de Helen Keller que atisbamos hacia la enorme complejidad
y el esfuerzo que entraña a aprender un nuevo sistema de comunicación. Ella,
a tientas, muestra la frustración y desesperación inherentes al deseo de
comunicarse y a la incapacidad para hacerlo. Sin embargo, lograr obtener un
medio por el cual establecer comunicación produce una euforia única, un
estímulo de los sentidos y un ansia anhelante de más y más de la misma
experiencia.
Estos indicios de la búsqueda, de
desesperación y alegría implican que el contacto inmediato con los demás es
de importancia fundamental para el organismo. La intensidad de la búsqueda, el
pánico y la desilusión cuando se fracasa son semejantes a las reacciones que se
observan frecuentemente en las privaciones graves de las necesidades orgánicas
básicas. Esto es comprensible cuando reconocemos que la comunicación es un
instrumento importante en la adaptación del individuo a su medio ambiente. A
través de ella, controla los medios para satisfacer sus necesidades básicas.
Gracias a la comunicación, no necesita sentirse aislado. Puede obtener lo que
necesita de los demás. Sin ella. Depende de sus propios poderes inadecuados.
La comunicación restablecida.
En el siguiente pasaje, Helen Keller describe
el proceso de búsqueda, que es esencialmente procurar a tientas la
comunicación, y nos describe la felicidad que sintió cuando los obstáculos
finalmente se salvaron.
A la mañana siguiente de la llegada de mi maestra,
me llevó a su habitación y me dio una muñeca... Después de que jugué con
ella un momento, la señorita Sullivan deletreó lentamente en mi mano la
palabra "m-u-ñ-e-c-a". Inmediatamente me interesó este juego de los
dedos y traté de imitarlo. Cuando al final logré hacer las letras
correctamente, me sentí invadida de un enorme orgullo y placer infantil.
Corrí escaleras abajo, a buscar a mi madre, levanté la mano e hice las letras
que decían muñeca. No sabía entonces que estaba yo deletreando una palabra,
ni siquiera sabía que las palabras existían; simplemente estaba haciendo que
mis dedos se movieran en una imitación simiesca.
Un día, mientras jugaba con la nueva
muñeca, la señorita Sullivan colocó mi gran muñeca de trapo en mi regazo,
también deletreó "m-u-ñ-e-c-a" y trató de hacerme comprender que
"m-u-ñ-e-c-a" se aplicaba a ambas. Poco antes, en ese mismo día
habíamos tenido una acalorada discusión acerca de las palabras
"j-a-r-r-o" y "a-g-u- a". La señorita Sullivan habría
tratado de meterme en la cabeza que "j- a-r-r-o" es jarro y que
'a-g-u-a" es agua, pero yo insistía en confundir las dos cosas.
Desalentada mi maestra cambió de tema por el momento, para reanudarlo en
primera oportunidad. Me sentí impaciente ante sus repetidos esfuerzos y,
tomando la nueva muñeca, la arrojé con fuerza al suelo.
Caminamos por el sendero que conducía hacia
el cobertizo del pozo, atraídas por la fragancia de la madreselva con que
estaba cubierto. Alguien se encontraba sacando agua y mi maestra colocó mi
mano bajo el chorro de agua. Mientras la helada corriente se deslizaba sobre
una de mis manos, ella deletreaba en la otra la palabra agua, primero
con lentitud; después rápidamente. Yo permanecí inmóvil, con mi atención
fija totalmente en los movimientos de sus dedos. De pronto tuve una nebulosa
conciencia de algo olvidado... la emoción de un pensamiento que vuelve, y, de
algún modo, el misterio del lenguaje fue revelado. Comprendí entonces que
"a-g-u-a" significaba ese algo maravillososamente fresco que fluía
sobre mi mano. Esa palabra viva despertó mi alma, le dio luz, esperanza,
regocijo, ¡la liberó! Había barreras todavía, es cierto, pero eran barreras
que podían desaparecer con el tiempo.
Salí del cobertizo del pozo ansiosa de
aprender. Todo tenía un nombre, y cada nombre daba a luz un nuevo pensamiento.
Cuando volvimos a la casa, cada objeto que tocaba me parecía que estremecía
con vida. Eso era porque todo lo veía con la extraña y nueva luz que me había
llegado. (10, págs. 22- 24)
Ejemplos de la frustración y de la furia de
que habla la señorita Keller pueden observarse en los niños pequeños que se
inician en una nueva cultura con un lenguaje que no les es familiar. Por
ejemplo, los niños que llegan de las secciones rurales de Puerto Rico, donde
se habla español, se enfrentaron a una combinación de costumbres y a un
idioma extraño cuando fueron traídos por sus padres a las ciudades
norteamericanas. Durante el día, mientras sus padres iban a trabajar, los
dejaban con frecuencia en instituciones dedicadas al cuidado infantil, donde
demostraron accesos inexplicables a la furia, y una conducta rebelde e
incontrolable. Casi siempre, tal conducta desaparecería a medida que los
niños aprendían ingles y podían comunicarse más libremente con sus maestros
y sus compañeros.
Cualquier persona que haya viajado por un
país extranjero, sin conocer el idioma nativo, ha experimentado la
frustración y la impotencia que motivan la incapacidad de comunicarse. No
poder comunicarse con las personas que lo rodean es como vivir dentro de un
recipiente de cristal. Podemos ver lo que otras personas están haciendo, pero
no nos es posible llegar a ellas. Es una de las formas básicas del
aislamiento.
Implicación de la comunicación para el
individuo.
Para el individuo en desarrollo, la
comunicación con sus semejantes desempeña tres funciones fundamentales: 1)
modela al mundo que le rodea, 2) define su propia posición en relación con
los demás y 3) le ayuda a adaptarse con éxito a su medio ambiente. En las
últimas dos funciones ejerce una influencia crítica sobre la información de
su personalidad y su sensación del propio ser. Le ofrece indicaciones y le
fija puntos de referencia por medio de las cuales puede guiar su conducta. A
través de la comunicación son transmitidos los valores y normas de su grupo,
y consciente de éstos le permiten expresar sus necesidades de manera qué le
produzcan satisfacción...
El vehículo por medio del cual se logra con
mayor frecuencia la comunicación -el lenguaje- contiene tanto las definiciones
como las limitaciones que dirigen la forma en que el individuo se acerca al
mundo externo. Pueden considerarse como una acumulación de las experiencias
humanas simbolizadas y, como tal, refleja la vida del grupo. A cada nuevo
miembro se le entera de las experiencias de sus mayores y se le dan
instrucciones para dirigir su propio pensamiento a través de las palabras
mismas que el grupo le proporciona para la transmisión de las experiencias.
Las interrelaciones entre estas palabras y la estructura del lenguaje, también
contienen significados importantes para el individuo que sea enfrenta al mundo.
En el curso del tiempo, llega pensar y a sentir en términos de estos símbolos
-a pensar y a sentir acerca de sí mismo-, al igual que acerca de objetos y
acontecimientos externos.
El impacto que tiene sobre el individuo la
comunicación con sus semejantes lo sugiere la observación de quienes han
estado aislados por mucho tiempo de la compañía humana. Varios relatos de los
niños llamados "ferales" (salvajes) aparentemente criados por
animales, y de niños que han crecido en un aislamiento casi total, indican que
estas criaturas parecían "inhumanas" y retardadas en cuanto a su
desarrollo, cuando se les encontró por primera vez (2,3, 18). Muchos de ellos
nunca alcanzaron niveles de funcionamiento normales para un ser humano;
algunos, desde luego, pueden haber sido biológicamente deficientes. Sin
embargo, es asombroso notar que varios de ellos lograron enormes avances en
poco tiempo, una vez que fueron devueltos a la convivencia humana, y después
de haber experimentado intentos constantes de comunicarse con ellos.
La comunicación y la inteligencia.
Estudios recientes de los cambios aparentes
en el nivel de inteligencia de los niños, después de un cambio de medio
ambiente, son igualmente sugerentes. Los cambios de medio ambiente generalmente
fueron complejos, y se referían, en algunos casos, a cambios de un orfelinato
muy estricto y carente de estímulos, a una escuela progresista y moderna para
niños pequeños. Los medios ambientes eran diferentes en factores tales como
la libertad de movimiento y los recursos materiales, pero con asombrosos
contrastes en lo relativo a comunicación al cual los niños estaban sometidos.
En las instituciones donde los niños vivieron antes de asistir a la escuela,
estaban aislados en sus cunas la mayor parte del tiempo, con escasa oportunidad
de comunicación con los adultos. Sus contactos con los adultos estaban
limitados a los que exigían los servicios esenciales. En la escuela, en
cambio, se alentaba la comunicación tanto con el maestro como con los demás
niños. El maestro con frecuencia inició los contactos a través del medio de
la comunicación verbal, y la naturaleza misma del medio ambiente material hizo
la comunicación por parte de los niños necesaria y estimulante. Puesto que
había muchos tipos atractivos de equipo y de materiales, los niños tenían
motivo para hablar acerca de ellos, para establecer las bases en que podrían
compartirlos, o para participar en su uso cooperativamente. En vista de otras
observaciones hechas en niños aislados, es muy probable que el ímpetu hacia
una mayor comunicación haya sido, en gran parte, a lo que se deban los
asombrosos resultados logrados.
La comunicación y la conducta.
Una de las demostraciones más impresionantes
acerca del efecto de la comunicación se refiere al caso de Gua, la mona:
Gua fue criada con un niño desde la edad de
siete y medio meses, hasta los dieciséis meses por los padres del niño. Ambos
fueron tratados exactamente igual. Cuando terminó el experimento, la mona
había aprendido a responder correctamente a más de cincuenta frases verbales.
Logró dominar fácilmente el control de su vejiga e intestinos, y aprendió a
ser obediente. Jugaba con el niño, en forma cooperativa, y dominaba como él
el medio ambiente físico, cuando menos con la misma habilidad. Más importante,
tal vez diríase que sus reacciones emocionales eran muy similares a las del
niño, y recorrían una gama completa, que incluía desde la lealtad, los
celos, la docilidad, la preocupación, hasta el negativismo.
De los diversos tipos de prueba que hemos
mencionado aquí, parece correcto deducir que la comunicación es fundamental
para funcionar en una manera que concibamos como humana.
Las ocasiones de la vida actual en que la
buena comunicación es de importancia crucial son abundantes. Para el
estudiante, la habilidad de comunicar lo que ha aprendido es de primordial
importancia. El siguiente relato de un estudiante podría multiplicarse muchas
veces, en numerosos salones de clases.
Se suponía que debía yo hacer un comentario
sobre un libro en una de mis clases, para el examen final de ese curso.
Trabajé como esclavo en ese libro. Lo leí, lo analicé y hubiera podido jurar
que me lo sabía de memoria. Sin embargo, cuando me puse de pie ante mi grupo,
no supe cómo empezar. Me interrumpí, tartamudeé y, por la expresión de los
rostros frente a mí, comprendí que me expresé de manera incoherente; pero no
pude hacer absolutamente nada para evitarlo. Esa fue, indiscutiblemente, una ocasión
en que no pude comunicarme.
De manera similar, para el joven o la
muchacha que salen a buscar trabajo, es esencial la habilidad para describir
sus conocimientos y su capacidad, así como para comunicar de manera
convincente a sus objetivos. En la vida social, en los contactos
heterosexuales, el éxito depende con frecuencia de la capacidad para
transmitir lo que uno quiere decir y los motivos que los impulsan. Los malos
entendidos, algunas veces ridículos y otras veces trágicos, se derivan de la falta
de habilidad en la comunicación.
Cuando los alumnos en varios grupos de
psicología tuvieron que dar ejemplos específicos en los cuales la
comunicación había sido de importancia crítica para ellos, tanto dentro como
fuera de la universidad, describieron una amplia variedad de situaciones. Iban
desde intentos de convencer a sus maestros de que merecían calificaciones más
altas de las que les habían otorgado, hasta descripciones de casos de
emergencia que entrañaban peligro inmediato de destrucción. Las siguientes
reacciones ilustran la extensa gama de los casos respectivos:
Durante el último semestre, en que fui
candidato para un puesto en el Concilio Estudiantil, la comunicación tuvo
participación considerable en mi elección. Dedicamos bastante tiempo
preparando un pequeño folleto que fue distribuido entre los estudiantes y que
creo fue un factor decisivo en mi elección. Además, contribuyeron bastante
las declaraciones que escribí para los periódicos del colegio durante la
campaña. En ambos casos, tuve que presentarme a los estudiantes y, a la vez
convencerlos de que debían votar por mí, tratando siempre de no antagonizar a
nadie en lo más mínimo.
Mientras servíamos como voluntarios en la
lucha contra los incendios forestales, en las montañas de California, cinco de
nosotros nos separamos del grupo principal. Descendimos por la ladera de una de
las montañas, hacia un enorme valle. Sin embargo, no era el valle con el que
estábamos familiarizados y nos dimos cuenta de que nos habíamos perdido.
Mientras permanecíamos sentados, meditando en lo que el destino nos tendría
deparado, uno de mis compañeros avistó una figura en la distancia. Gritamos
al hombre que se acercaba, pero imagínese nuestra desesperación cuando al llegar
ante nosotros descubrimos que no hablaba inglés. Sin embargo, mediante
gesticulaciones y toda clase de señales y gestos logramos que entendiera
nuestra situación. Al comprenderla, el hombre, que era nativo de la región,
se apresuró a conducirnos hacia el camino principal. ¿Crucial? Tal vez no,
pero ciertamente entonces así nos lo pareció.
Me encontraba yo en Québec. Entré en un
restaurante francés y traté de ordenar lo que deseaba, aunque no hablaba ni
entendía francés. Era de noche y quería pedir el menú de la cena. Pensé
que había recordado cuál era la palabra francesa que significaba cena. Sin
embargo, cuando la mesera me trajo el menú del desayuno a las nueve de la
noche, comprendí que no había logrado comunicarme.
Nos habían avisado que los alemanes estaban
planeando un contraataque esa noche. Un cohete rojo enviado hacia el celo por
el enemigo significaba que el ataque tendría lugar en un sector "en
clave", no mencionado.
Me encontraba sentado en el puesto de
observación con un amigo. Nuestra posición estaba en tierra de nadie: frente
a nuestras propias tropas y cerca de las del enemigo.
Mi deber era llamar por teléfono a mi
compañía cuando subiera la luz roja o amarilla. Mi amigo se había quedado
dormido y sólo yo estaba despierto. Unos minutos después vi sombras que se
movían a mí alrededor. No hubo luz de advertencia. Este era el ataque de una
advertencia. No pude hacer que funcionara sonido alguno. Mi lengua parecía
paralizada.
De pronto, una forma oscura se arrastró
cerca de mis pies; era un alemán. En un arranque de desesperación, grité
algo al teléfono; pero mis palabras eran del todo ininteligibles, de tan
confusas que resultaron. Por fortuna, mi compañía comprendió el significado
de mi advertencia.
Podríamos continuar con relatos del
estudiante que no logró conseguir el número de teléfono que deseaba, porque
su chica había malinterpretado sus intenciones; los marineros a quienes dejó
su barco en tierra porque no pudieron obtener que les dijeran cómo volver al
muelle, y perdieron sus derechos de bajar a tierra durante treinta días, y de
la muchacha que inadvertidamente insultó al maestro por su ineptitud para
expresarse...; pero no lo creemos necesario. Parece obvio que, sin importar
cuáles sean nuestros intereses especiales, hasta este punto tenemos un
interés en común: como ningún individuo es completamente autosuficiente,
como tenemos que vivir uno con el otro, debemos aprender unos de los otros para
obtener ayuda, orientación y satisfacciones, y para lograr estas cosas,
debemos aprender a comunicarnos el uno con el otro.
LA
COMUNICACIÓN Y EL GRUPO.
La importancia de la comunicación no se
concreta al individuo. Es la fuerza que permite a los grupos su cohesión. En
las relaciones interpersonales desempeña funciones similares a las del
cemento, del concreto, la goma, o las cargas en un campo magnético. No sólo
las pequeñas asociaciones de particulares dependen de la comunicación para
subsistir, sino que toda organización, toda unidad industrial, todo organismo
gubernamental funciona efectivamente sólo cuando se comunica con facilidad y
eficiencia. El siguiente extracto de un relato periodístico sobre ciertas
"prácticas militares" ilustran el caso:
Washington, 14 de marzo de 1950. Una de las
grandes lecciones aprendidas en Portex -los ejércitos de aviones anfibios, que
acaban de verificarse en Puerto Rico- fue que las comunicaciones, el sistema
nervioso de toda fuerza militar, son todavía la clave del éxito en la
batalla...
Probablemente se encontraron más
dificultades en las comunicaciones que en cualquier otro aspecto separado...
Tal vez más importante fue la lección de
que las comunicaciones o las medidas electrónicas de oposición
-interferencias, envío de órdenes falsas por radio, etcétera- pueden crear
el caos en cualquier operación...
Durante la maniobra, la fuerza defensora del
enemigo logró penetrar en la en la onda de comunicación radiofónica de los
"invasores"; dio contra órdenes a las fuerzas de desembarco, hizo
que la artillería de los invasores disparara contra sus propios hombres y al
terminar la maniobra, el "enemigo" estaba a punto de controlar la
artillería naval de apoyo a los "invasores".
Las posibilidades de las comunicaciones y de
las medidas electrónicas de oposición son enormes, y aún constituyen para
nosotros un arte incipiente...
RESUMEN
El proceso de comunicación es la base de todo lo que llamamos social en el funcionamiento del organismo viviente. En el hombre es esencial para el desarrollo del individuo, para la formación y la existencia continuada de los grupos y para las interrelaciones entre los grupos.
Aunque no hay un acuerdo total entre los científicos sociales sobre una sola definición de la comunicación, todas las principales definiciones implican tanto interacción como efecto. El análisis demuestra que cuando menos cuatro factores intervienen en la comunicación efectiva: 1) el comunicador, 2) el comunicante, 3) el contenido y 4) el efecto.
Generalmente se considera que la comunicación tiene lugar por medio de símbolos verbales, pero el análisis sociosicológico requiere que se preste atención a toda la gama de símbolos que pueden ser usados por el hombre, incluyendo los ademanes, el tono, la expresión facial, los tamborzazos, el sonido producido por el telégrafo, las señales hechas con banderas y con humo, etcétera.
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